En todos estos años de experiencia como masajista thai he tenido todo tipo de casos, desde personas con sus típicos dolores de espalda hasta personas con dolores raros y problemas psiquiátricos. Pero de todas las horas en gabinete, las que más me han enseñado y dado gratificación son las que pasé trabajando con mi padre para ayudarlo a recuperarse de una parálisis. Esta es nuestra historia.
Como he comentado en artículos anteriores, descubrí mi vocación con el masaje como las mejores cosas de la vida, casi de casualidad. El masaje me daba una manera distinta de expresarme, de ayudar a las personas, de contribuir al mundo, y resultó ser que también para ganarme la vida. Pero si hay algo que no me esperaba era esta extraña y maravillosa sensación de comunicarme a niveles mucho más profundos con las personas que amaba.
La historia se repetía… con un final distinto
Mi padre se crió en el seno de una familia con 9 hermanos en una zona rural de Paraguay. Las cosas iban bien, hasta que mi abuelo falleció cuando mi padre tenía 6 años de edad. A partir de allí la economía familiar se desmoronó, y obligó a mi padre y a sus hermanos a pasar todo tipo de peripecias para sobrevivir. Tal vez por ese tipo de cosas que el común de los mortales interpretamos como «desgracias» fue lo que hizo de mi padre un luchador.
A la edad de 37 años, justo cuando yo tenía 6, tuvo que ser sometido a una intervención en la cabeza, para desbloquear una arteria parcialmente tapada de grasa. «Es solo preventivo» dijeron los médicos, y así lo fue realmente. Tuvimos un Cesarito Sandoval por casi veinte años más, sin demasiadas complicaciones, hasta que un día ocurrió lo que todos temíamos.
Yo volvía de mis vacaciones de verano, y ni bien cruzar la puerta de mi casa me entero de que mi padre había sufrido un infarto y estaba hospitalizado. Así como llegué, dejé las maletas y me fui al hospital. El panorama no era muy alentador, pero todos en la familia teníamos la esperanza de que sobreviviría, una vez más.
Las cosas no fueron fáciles, como consecuencia del ataque cardíaco, mi padre quedó sin movilidad del cuello para abajo, y además había perdido movilidad en los músculos faciales, así que, aunque pleno de consciencia, no lograba articular bien las palabras, por lo que teníamos que esforzarnos para poder entenderle y comunicarnos con él.
Y ahora qué?
Este era el cuadro situacional, la cuestión era qué hacer. Como masajista, tenía fe en que las habilidades que había adquirido con el masaje sueco y el masaje tailandés rindieran sus frutos. Ninguna academia me había preparado para tratar a un cliente tan complicado, así que saqué a la luz un poco de sentido común y mucha fe en Dios.
Esto fue lo que hice:
Mi padre estaba literalmente inmóvil en la cama, así que comencé dándole sesiones de masaje sueco muy suave allí mismo. Comencé con sesiones cortas de 30 minutos, y cada día iba aumentando la duración algunos minutos más.
Al cabo de dos semanas ocurrió el milagro: mi padre logró levantarse de la cama! Y no solo eso, sus músculos faciales parecían que también iban recuperándose, al igual que su capacidad para comunicarse verbalmente.
Mi padre fue chapista toda su vida, así que lo normal para él era tener coche y conducir, el auto era casi como una parte más de su cuerpo. Así que cuando un día nos dijo «volveré a conducir», nos pareció normal, aunque a decir verdad, poco probable. Nadie quería transmitirle lo inverosímil de su afirmación.
Masaje tailandés para la rehabilitación
Cuando papá César logró comenzar a moverse, me animé a llevarlo al futón (en esa época mi futón era un par de edredones viejos cubiertos con una sábana), y a realizarle las primeras sesiones de masaje tailandés.
Esas primeras sesiones fueron extremadamente básicas, apenas unas presiones palmares en todo el cuerpo, y alguna que otra movilización.
Con el tiempo fui agregando maniobras más complejas, y espaciando un poco las sesiones. Incluso me di el lujo de efectuar maniobras consideradas como contraindicadas para personas cardíacas, diabéticas e hipertensas como mi padre.
Allí fue cuando me di cuenta que las recetas de libro son solo eso, recetas de libro, sirven para guiar, pero es uno como terapeuta, el que debe ajustar la norma a la situación particular. Y en este caso, sentía que podría hacer la parada del pulso, podría hacer presiones un poco más fuertes, y también algunas posturas invertidas.
En su caso particular era una cuestión de duración e intensidad. Una vez en el medio del masaje, sentía una inexplicable serenidad y certeza de que en ese caso, todo iba a funcionar bien, solo debía ejecutar las manipulaciones más lentas, más suaves, y más cortas.
La cuestión es que al cabo de unos seis meses, mi padre recuperó la suficiente movilidad para llevar una vida normal. Ya no podría hacer esfuerzos y debería alejarse de las emociones fuertes, pero pudo seguir tomando mis sesiones de masaje thai, y además, algunos meses después, logró volver a conducir.
Palabras finales y un llamado de atención
Antes que nada quiero avisar que mi intención no es alentarte a ir en contra de lo que dicen los libros y hacer caso omiso de las contraindcaciones del masaje thai. Todo lo contrario, las contraindicaciones, a las cuales he dedicado más de un artículo, son veraces y hay que prestar atención a ellas para evitar causar daño a nuestros clientes.
Mi intención más bien es hacer notar que hay determinadas situaciones en las que la forma de ser eficaces es saltarse la regla. Pero para hacer esto hay que tener mucha experiencia, sentido común, y sobre todo, un fuerte sentido de responsabilidad. Una de las razones por las que el masaje thai, tal como lo hice, funcionó a pesar del precario estado del receptor, fue porque yo tenía una fuerte conexión emocional con mi cliente, en este caso, mi padre.
El masaje thai puede ser usado para ayudar a personas con trastornos serios, pero para hacerlo bien, debes informarte sobre la enfermedad de tu cliente, en todos los aspectos posibles. Tu aporte, al igual que en mi caso, será una ayuda, un complemento a los tratamientos tradicionales. Ante casos como estos, más que sustituir una medicina por otra, debemos hablar de colaborar, más allá de nuestras opiniones y favoritismos hacia las terapias naturales.
Muy bien, espero que esta historia que acabo de compartir contigo te haya sido útil. El masaje thai me ayudó entre otras cosas, a acelerar el proceso de curación de alguien tan querido como mi papá, y además a reforzar mi vínculo con él. Si tienes una historia como esta y la quieres compartir, puedes hacerlo más abajo en la sección de comentarios, estoy seguro que al resto de la comunidad Shivathai le interesarán. Con una sincera bendición te saludo.
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