Considero al masaje tradicional tailandés, por sobre todo, un tratamiento terapéutico. Aplicable a una vasta variedad de patologías, incluyendo, la fibromialgia. En este post, compartiré mi experiencia trabajando con un caso particular en gabinete.
La fibromialgia se diagnostica a través de un examen clínico de los síntomas que padece la persona, entre los que encontramos: dolor muscular y articular, cansancio, trastornos del sueño, debilitamiento intenso, rigidez de miembros superiores o inferiores, depresión y ansiedad, entre otras.
Una vez descartadas otras posibles patologías, se pasa a un test, donde se efectúa una presión de 4 kilogramos sobre cada uno de los 18 puntos específicos o tender points. Se considera que hay fibromialgia si el paciente percibe dolor en por lo menos 11 de estos puntos que se encuentran en articulaciones, cuello y cadera.
En otras palabras, la fibromialgia no es más que un conjunto de manifestaciones físicas de origen desconocido. Se la suele asociar a traumas de orden psicológico, pero no existe un patrón específico.
Es una enfermedad que la padece entre un 3 y un 6% de la población, principalmente mujeres de entre 20 y 50 años.
Susana tenía 46 años, en ese momento no estaba trabajando, estaba separada, y había sido diagnosticada con fibromialgia hacía 6 meses. La causa que la llevó a recurrir al masaje thai fue que su evolución en su tratamiento convencional le estaba resultando un poco lento, y uno de sus médicos le sugirió intentar con algún tipo de masoterapia.
Dado que la fibromialgia es una patología relativamente nueva de la que poco se sabe, aceptar a Susana como cliente me resultó todo un desafío.
Mi estrategia para trabajar con ella fue la siguiente:
- Efectar presiones palmares suaves. Sobre todo la primera sesión, ha de ser lo más cercano a una sesión de relax.
- Mantener un ritmo pausado y rítmico, con manipulaciones simples.
- Evitar la digitopuntura en los tender points.
- Hacer sobre todo, movilización articular en todo el cuerpo.
- Masaje abdominal suave.
- Incorporar estiramientos asistidos de forma gradual en cantidad y en fuerza.
- Pasar al menos 10 minutos haciendo masaje facial y de cuero cabelludo, para facilitar la relajación y tratar el insomnio.
- Intenté trabajar los pies, pero resultaba muy doloroso para mi clienta, así que lo descarté, salvo movilizaciones de tobillo.
- Por último, pero no por ello menos importante, trabajar desde la intención. Siempre antes de comenzar el masaje, y justo después del saludo inicial, llevar por unos instantes la concentración a una intención de aliviar a nuestro cliente.
Con este esquema de trabajo en mi cabeza y con algo de intuición guiándome en cada sesión, a lo largo de las 6 semanas (a razón de una sesión por semana) que trabajé con Susana logramos reducir sustancialmente el dolor, al punto de que consiguió alcanzar una movilidad articular que antes del tratamiento lo le resultaba posible. Esto dio lugar a una mejora en su calidad de vida ya que podía efectuar tareas que antes involucraban mucho dolor, sin demasiado esfuerzo.
Cabe destacar que durante todo el proceso, Susana no abandonó su tratamiento habitual (que incluía medicación y tratamiento psicológico).
También quiero resaltar que cada caso es particular, y la medida de evolución del cliente depende no solo de la idoneidad del terapeuta, sino de la receptividad del propio cliente.
Por eso, si estás comenzando, se sugeriría que comiences tus prácticas con casos menos complejos, por ejemplo, gente que solo busque aliviar sus contracturas.
Ahora, si ya tienes experiencia, te invito a que te animes a trabajar con personas que padecen fibromialgia. El masaje tailandés te brindará herramientas suficientes para aportar un gran valor a la vida de esa persona que está sufriendo, y a la tuya como terapeuta.
En caso de que tengas dudas, y/o si es que esta entrada te resultó interesante, puedes dejarme tu comentario más abajo.
Nota: el nombre de la clienta ha sido modificado para preservar su identidad.