En el año 2003, cuando tomé mi primer seminario de masaje tailandés, pensé que me estaba metiendo simplemente en el aprendizaje de una interesante técnica ancestral y terapéutica. Con un poco de tiempo y práctica me di cuenta de que esto era efectivamente así. Después de mucho tiempo y práctica, he sido capaz de ver que he aprendido mucho más que una mera técnica. He aquí un resúmen de estas lecciones.
Todos son tus maestros
He aprendido que uno no siempre puede contar con un gran maestro, pero en todo momento uno tiene la posibilidad de convertirse en un gran aprendiz. Se puede aprender asistiendo a clases, dando masaje, recibiéndolo, se puede aprender de un ejemplo que nos ha servido, y de uno que no. Eso es porque las oportunidades de aprender están en todos lados, es uno el que debe aprender a identificarlas.
Somos una pequeña pieza de un gran engranaje
El hecho de dominar una excelente técnica como el masaje tailandés no te hace omnipotente. Cuando comenzamos a trabajar, queremos que todos nuestros clientes mejoren sin importar la condición que hayan traído. En realidad, si la persona que acude a tu consulta no mejora, no necesariamente significa que estés haciendo mal las cosas. Cada individuo es como un universo complejo y completo en sí mismo, nosotros somos solamente una pequeña pieza que aporta algunos ajustes a la gran maquinaria que es la vida del cliente. Esta complejidad hace que debamos adoptar una forzosa posición de humildad, tanto en el éxito como en el fracaso en la misión de ayudar a nuestro cliente.
Trabajar por el cuidado de otros implica cuidar más de ti mismo
Nuestro cuerpo, mente y energía son los vehículos que nos permiten trabajar y desenvolvernos. En el ámbito del masaje esta ley se cumple sin ningún tipo de misericordia, y aquéllos que no la toman en serio a menudo pagan el precio con lesiones que perjudican su performance y hasta los obligan a abandonar el oficio.
Está bien ser pragmático, pero mejor es sentir
Cuando me propuse aprender masaje tailandés, tenía poca idea de cómo iba a servirme todo ese conocimiento. La razón me decía que nunca podría capitalizar todo lo que pretendía invertir en mi formación. Yo decidí hacerle caso a mi intuición, y eso cambió radicalmente mi vida para siempre. No digo que esto vaya a sucederle a todo el mundo, ni que la razón no sirva para nada, simplemente doy testimonio de lo que sucedió en mi caso particular. Seguir mi corazón me llevó a conocer lugares y personas que jamás en mi vida hubiera imaginado. Moraleja: la razón es útil, pero en ocaciones la intuición puede llevarte a romper con la barrera de lo que concibes como imposible.
Lo importante es el hábito
Durante mi primera etapa de formación me propuse no dejar pasar ni una semana sin practicar la técnica. Y fue gracias a esa constancia que llegué a entender la práctica, incorporarla, y alcanzar un buen grado de maestría. Me di cuenta de que los mejores resultados se consiguen con pequeños pasos de manera habitual, que con grandes pasos de manera inconstante. Con paciencia, constancia y disciplina puedes dominar cualquier arte.
Y lo más importante de todo..
Es que nunca se deja de aprender. Hoy, que me toca estar del lado del formador, veo que aprendo aún más; de mis alumnos y de la maravillosa experiencia de interactuar con ellos. Lo mejor de todo, es que nunca dejaré de ser alumno, siempre tendré lecciones que aprender del masaje tailandés.
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